La importancia del foco del incendio
Ahora que los incendios se propagan a mucha mayor velocidad que hace 50 años, es fundamental que, en relación a la seguridad personal y el futuro uso del edificio, una vez que se haya declarado el incendio, este puede contenerse en la zona más reducida posible; lo que suele llamarse «el foco del incendio».
Después de que un incendio alcance el punto de combustión súbita, la única forma de evitar que envuelva zonas mucho más amplias del edificio desde dentro es asegurándonos de que las paredes, los techos, los suelos y las puertas del lugar del foco del incendio puedan soportar estar expuestos a un incendio declarado en un lado sin trasladar el calor, las llamas o los gases tóxicos al otro lado. El período de tiempo durante el cual será necesario contener el fuego dependerá del tamaño, la complejidad y la función del edificio.
Dicho eso, pasado el punto de inflamación, el calor del fuego es intenso y puede traspasar las ventanas, lo cual comporta el riesgo de que la fachada del edificio quede expuesta al fuego y, por lo tanto, este eluda el foco en el que estaba contenido. No obstante, si el sistema de la fachada, incluido el revestimiento y/o el aislamiento, estuviera compuesta de materiales no combustibles, las llamas podrían acabar llegando a las ventanas del piso de arriba igualmente, pero el proceso sería comparativamente mucho más lento ya que la fachada no contribuiría a la propagación del incendio (y el humo resultante).
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